El pasado sábado, 25 de noviembre, vivimos como las calles de toda España y de numerosos países de nuestro entorno, proclamaban al unísono poner fin a la violencia de género. He considerado interesante publicar el trabajo realizado por una alumna de 2º de Bachillerato, del I.E.S. Diego Tortosa, ya que explica, de manera muy clara, una de las principales raíces de este problema.
Normalmente cuando nos preguntan acerca de la violencia de
género pensamos en una agresión física de un hombre a una mujer, más no debemos
olvidar que el maltrato psicológico puede ser incluso más dañino e
irreversible, y que no hay que centrarnos
únicamente en los casos de las víctimas femeninas, ya que nos referimos
tanto a la sufrida por mujeres como por hombres, aunque es un dato verídico que
los casos contra mujeres son mayoritarios.
En
cuanto a las causas por las que se llega al extremo de acabar con una vida
humana o simplemente humillar, manipular, degradar o controlar son variadas,
aunque usualmente responden al mismo patrón: “por amor”. A mi parecer la raíz
del problema radica en la infancia puesto que nuestra visión del mundo va a
depender mayoritariamente de nuestra educación en los primeros años de vida, si
desde que tenemos uso de razón ya nos dan unas pautas de comportamiento según
nuestro sexo, ya creamos una barrera, quedando por un lado los niños fuertes y
protectores a los que les gusta jugar al fútbol y por otro lado las chicas
débiles y calladas a la espera de que otro las defienda cuyo único pasatiempo
debe ser jugar a las muñecas o alguna otra actividad relacionada con el trabajo
del hogar. Otra de las causas puede ser el nefasto pensamiento de que una
relación amorosa implica que la otra persona es de tu propiedad, una idea la
cual es tremendamente errónea y nos lleva por el camino de los celos, del control total sobre la otra persona con afán de
saber: qué, con quién y cuándo, en todo momento. Esto es simplemente el
desencadenante de una serie de comportamientos obsesivos en los que cuando la
otra persona se enfrente o no haga lo que deseas, toda la felicidad y amor
recíproco detonará en violencia de género, claro está que hay diferentes
grados, partiendo de un empujón y terminando por un asesinato, si hablamos de
agresión física. En el maltrato psicológico el fin del autor es coaccionarte
para que finalmente cumplas sus deseos, en este caso no te agrederá físicamente
pero si será capaz de darte donde más te duele de forma indirecta, por ejemplo,
herir a un ser querido o hacer uso del chantaje, y siempre con la intención de
hacerte sentir inferior mientras él posee todo el poder ¿es más doloroso que
una paliza? Probablemente sí, pues un dolor físico con el tiempo se desvanece,
la destrucción psicológica puede inducirte al suicidio siendo esta la única
válvula de escape ante una realidad repleta de devastación, cohibición y dolor
constante.
La
solución idónea sería una utopía en la que hombres y mujeres se viesen como
iguales sin hacer distinción alguna entre qué actividades, colores, o gustos
deben tener, y que no sean directamente proporcionales los celos al amor. Pero
como ya he dicho esto no es más que el anhelo de una sociedad perfecta y justa
donde no hay lugar para conflictos y reina la armonía. Mas teniendo en cuenta
lo mencionado en el párrafo anterior estos comportamientos radican en la niñez,
período en el cual adquirimos conocimientos y estamos libres de prejuicios.
Quizá no se consiga cambiar a toda una sociedad, pero si todo aquel que lea
esta mera opinión comparte mi propósito, difundiendo y poniendo en práctica la
enseñanza de conocimientos sin etiquetas y roles previamente establecidos por
la sociedad, aportaría un granito de arena pudiendo engendrar una gran montaña,
pues “la constancia es un puente entre el deseo y la realización” dijo Luis
Señor.
Alicia
Hita Ruiz
Alumna
de 2º Bachillerato
Curso
2017/18