Gehry, Príncipe de
Asturias de las Artes
El jurado distingue la obra del arquitecto
norteamericano, autor del Guggenheim de Bilbao
Fuente: El País // Fecha: 07-05-2014
Con 85 años, diseñando sombreros para Lady Gaga o joyas para Tiffany’s
al tiempo que reinventa la capacidad expresiva de los rascacielos, Frank
Gehry (Toronto, 1929) es el icono de la arquitectura icónica.
Premiarlo implica valorar esta disciplina como él mismo siempre la ha
defendido: como un arte por encima de cualquier otra implicación o
consecuencia. En ese sentido la decisión del jurado del Príncipe de Asturias de
las Artes es o valiente o inconsciente. Perpetuando el
reconocimiento al componente plástico -por encima de valores sociales o
económicos- contrasta con la línea actual de la arquitectura que busca
contactar con la sociedad transformándose en una disciplina más necesaria que
visual.
Con todo, el talentoso autor del Museo
Guggenheim de Bilbao (1997) -posiblemente su mejor trabajo aunque la
crítica norteamericana se inclina por el posterior Auditorio Disney de Los
Angeles (2003)- es hoy, indiscutiblemente, una marca. Amigo de cantantes y
actores y convertido en “el arquitecto más importante de nuestro tiempo”, según
la revista Vanity Fair -que la web Gehry
Technologies cita como referencia- el canadiense ha llegado a ser un
personaje de los Simpson (un arquitecto que veía como su auditorio se convertía
en prisión) y es conocido, y celebrado, por el gran público, algo insólito para
los arquitectos vivos.
Afincado en Santa Mónica (California), donde construyó ayudándose de
materiales de ferretería su propia vivienda (1978) –un proyecto que le
reportaría fama mundial- Gehry celebró su 82 cumpleaños en Nueva York, en el
piso 76 de su Torre Spruce (2010), su primer rascacielos y, a la vez, el primer
inmueble que, aceptando la inminente densificación de los centros urbanos,
apostaba por llevar expresión a las fachadas de los edificios en altura. ¿Qué
arquitecto del mundo festejaría su cumpleaños con el cantante de U2? Aquel 29
de febrero a sus amigos de siempre -el escultor pop Claes Oldenburg- se unieron
sus compañeros de estatus: la actriz Candice Bergen o Bono. El arquitecto dijo
entonces que levantar un rascacielos en Manhattan –“la ciudad a la que mi padre
llegó como inmigrante”- era importante para él.
A pesar de ser un proyectista sumamente osado, Gehry arrastra una
biografía de miedos. Dejó de ser Frank Owen Goldberg para convertirse en Gehry
en 1954, cuando tenía 25 años y dos hijas. Wikipedia asegura que su primera
mujer le impulsó a cambiarse el nombre. Él, más elegante, ha explicado que lo
hizo por miedo a que esas hijas de su primer matrimonio sufrieran por ser
judías el acoso que él había padecido de niño en Toronto.
Tras décadas firmando edificios cúbicos y blancos, hijos del
movimiento moderno, Gehry encontró su oportunidad transformando su casa.
Corrían los últimos años de la década de los setenta, tenía 50 años y se
atrevió a ser un arquitecto artista. Pudo serlo fracturando el espacio del
Museo Aeroespacial de Los Ángeles (1984) y colgando de esa fachada un jet para
anunciar el edificio. Por entonces llegó a Alemania para firmar el Vitra Design
Museum, su primer encargo europeo (1989). Así, cuando ese mismo año consiguió
el premio
Pritzker, Gehry no había firmado los edificios que le reportarían
fama fuera del ámbito arquitectónico y que colocarían a Bilbao entre los
destinos del mundo. La ciudad española sacó lo mejor del arquitecto, pero esa
valentía tuvo una mala digestión -conocida como efecto Guggenheim- al despertar la envidia de los alcaldes menos
imaginativos decididos a inaugurar sus propios monumentos.
Por eso hoy, cuando algunos de sus edificios no encuentran acuerdo a
la hora de ser juzgados como los más creativos o los más torturados, la
acusación de autoparodiarse lo persigue en la prensa especializada. Los cuerpos
encorsetados del Stata Center (2004)
en Cambridge (Massachusetts) recuerdan a la Casa
Danzante (1996) que mira al Moldava en Praga. Más allá del alcance del eco
estilístico del arquitecto, el Massachusetts Institute of Technology, MIT, lo
denunció cuando el mencionado Stata Center se agrietó y se llenó de goteras.
Así, entre encargos, reconocimiento, premios y crítica, Gehry se ha
cansado de repetir que la expresión de sus trabajos no es un capricho sino el
resultado de rigurosas investigaciones. Para investigar fundó una empresa que
calcula los volúmenes imposibles de proyectos como los suyos. Gehry tecnologies
ofrece sus servicios a quienes no se conforman con la frialdad moderna. Se
podría decir que hoy esa empresa es el laboratorio que, a finales de los 70,
fue su propia vivienda en Santa Mónica. Puede que limitar la expresión plástica
aparte de la arquitectura a talentos creativos como el de Gehry. En cualquier
caso, más allá de su efecto, el Guggenheim dejó claro que no todo el mundo es
capaz de diseñar un Guggenheim.
El acta del jurado ha reconocido la relevancia y la repercusión de sus
creaciones con las que ha definido e impulsado la arquitectura del último medio
siglo y ha destacado que sus edificios se caracterizan por un "juego
virtuoso con formas complejas, por el uso de materiales poco comunes, como el
titanio, y por su innovación tecnológica, que ha tenido repercusión también en
otras artes".
Del jurado, presidido por el empresario José Lladó, formaron parte
entre otros, la fotógrafa Ouka Leele; el director de la Academia Española de
Cine, Enrique González Macho; el director del Museo del Prado, Miguel Zugaza;
la presidenta de ABC, Catalina Luca de Tena, y el duque de Huéscar, Carlos
Fitz-James Stuart Martínez de Irujo.
El de las Artes, al igual que los otros siete premios que concede
anualmente la Fundación
Príncipe de Asturias, está dotado con una escultura de Joan Miró
-símbolo representativo del galardón-, la cantidad en metálico de 50.000 euros,
un diploma y una insignia.
El pasado año el galardón fue para el cineasta austríaco
Michael Haneke, que se sumó así a una lista de premiados integrada, entre otros, por
Rafael Moneo, Riccardo Muti, Richard Serra, Norman Foster, Woody Allen, Paco de
Lucía, Bárbara Hendricks, Vittorio Gassmann, Fernando Fernán Gómez, Bob Dylan,
Miquel Barceló, Pedro Almodóvar, Óscar Niemeyer, Eduardo Chillida y Luis García
Berlanga.
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Joaquín Ruiz Abellán